Todos sabemos, de alguna forma, lo que tenemos que hacer para tener unas finanzas personales bajo control y que la racionalidad guíe las mismas: no endeudarnos en exceso, ahorrar al menos el 10% de nuestro salario, pagar cumplidamente, no gastar más de la cuenta… Sin embargo, es fácil ver cómo terminamos por alejarnos de estas pautas de una manera más frecuente de la que esperaríamos, ¿por qué?
La respuesta tiene poco que ver con las excusas que seguramente tenemos para justificar esos comportamientos que se alejan del “manual de buenas prácticas de la gestión de nuestro dinero”; de hecho, la razón por la que a diario nos alejamos de la administración ideal de nuestras finanzas está relacionada con mecanismos biológicos y psicológicos que hemos desarrollado como especie a través de la historia para “facilitar” la toma de decisiones y sobrevivir.
Ahora bien, la ciencia que estudia la forma en la que nosotros como consumidores tomamos decisiones parece no haber tenido eso en cuenta.
Lo primero que uno aprende al estudiar microeconomía es que los consumidores decidimos todos los días cómo asignar nuestra riqueza en la compra de distintos bienes con un único objetivo: alcanzar el mayor grado de utilidad o satisfacción posible. De igual forma le enseñan a uno que las preferencias y las restricciones son las determinantes de nuestras elecciones. Para entender esto pensemos en el siguiente ejemplo: si tuvieras que decidir para la próxima comida entre un plato que te gusta mucho pero es caro y otro plato que también te gusta y es barato, ¿cuál escogerías?
Según la microeconomía, serás capaz de ordenar tus preferencias y analizar la restricción que el dinero que llevas en el bolsillo te plantea; luego, tomarás la decisión que te produzca más placer bajo tres supuestos básicos: 1) que siempre podrás decir cuál de las dos opciones te gusta más; 2) que si prefieres el producto A a el producto B, y el producto B a el producto C, siempre preferirás –en consecuencia– A a C; y 3) que siempre buscarás consumir más en lugar de consumir menos.
Cuando cumples con estos supuestos y tomas una decisión que maximiza tu bienestar actúas racionalmente, pero ¿cuántas cosas haces al día bajo este modelo de elección?
Permíteme entonces compartirte tres experimentos para evaluar qué tan racionales somos al tomar decisiones. En cada caso anota tus respuestas al encontrar una pregunta antes de seguir leyendo.
Test de racionalidad 01
Te propongo elegir entre un bono de regalo en un centro comercial por valor de mil pesos que te ofrezco ¡gratis!, y otro por valor de dos mil pesos por el que debes pagar setecientos pesos. Piensa rápido, ¿cuál escogerías?
Si has escogido el bono gratuito habrás actuado como la mayoría de las personas: irracionalmente. De acuerdo con la economía tradicional, deberías haber calculado rápidamente el retorno de ambas opciones para descubrir que aun pagando setecientos por el segundo bono obtenías un beneficio de mil trescientos, en cambio con el primero solo obtienes un beneficio de mil pesos.
Test de racionalidad 02
Supón que debes ir a comprar un nuevo reloj y una nueva nevera.
El reloj lo encuentras por cuatro mil pesos en una tienda, pero en el momento en que vas a pagar recuerdas que viste el mismo reloj por dos mil trescientos pesos en otra tienda que está a media hora de distancia caminando. ¿qué harías? ¿caminarías la media hora para ahorrarte esos mil setecientos pesos?
Ahora vas por la nevera. La encuentras en una tienda por setenta y cinco mil pesos y decides comprarla, pero en ese momento otro cliente te dice que hay otra tienda, a media hora de distancia caminando, que vende la misma nevera por setenta y tres mil trescientos pesos. ¿harías esta segunda caminata?
La mayoría de las personas realizan la caminata en el primer caso y no en el segundo, lo cual es un comportamiento irracional a la luz de la economía tradicional: si estás dispuesto a ahorrar mil setecientos pesos en el primer caso, deberías estarlo igualmente en el segundo.
Test de racionalidad 03
Supón que te pido que juguemos un juego con una moneda que lanzaremos varias veces. Cada vez que caiga cara deberás pagarme cien pesos, y cada vez que caiga cruz yo te pagaré el monto que acordemos. ¿Cuánto debería ser ese monto mínimo que yo debería pagarte por cada vez que caiga cruz para que te animes a jugar?
Si contestaste cien pesos habrás tomado una decisión perfectamente racional, ya que en ese punto deberías ser indiferente a jugar o no. Una respuesta inferior a cien pesos sería irracional –ya que entrarías a jugar con las probabilidades en tu contra– y una respuesta muy superior a cien pesos evidenciaría una alta aversión al riesgo, por lo que en estricto sentido tampoco clasificaría como una opción racional.
Al final, ¿qué tanta racionalidad guía las decisiones en nuestras finanzas personales?
Muchas de las elecciones que hacemos a diario no son sencillas: las opciones no son fácilmente comparables y las restricciones van más allá del dinero (también está el tiempo o normas sociales que te impiden hacer cosas que puedan afectar una amistad, por ejemplo). Sumado a esto, nuestra capacidad cognitiva es limitada, lo que significa que aunque tuviéramos toda la información necesaria para tomar la mejor decisión, no seríamos capaces de procesarla, como quizás lo pueda hacer un computador.
En este contexto, podríamos decir que así como la racionalidad, la irracionalidad, entonces, está a la orden del día y no es algo negativo; de hecho, hasta cierto punto está bien. Lo que queremos mostrar con estos ejercicios es la importancia de conocernos a nosotros mismos antes de buscar cursos completos de finanzas o economía como solución para manejar mejor nuestro dinero; ese es precisamente el objetivo de esta sección: que entre tú y nosotros revelemos esas trampas en las que podemos caer al tomar decisiones financieras y así empezar a mejorar de forma práctica la manera en la que administramos nuestros recursos.
Recuerda que errar es de humanos, lo que no es correcto es perseverar en el error. Si bien no nacimos instruidos en finanzas personales, para aprender de la experiencia es que estamos aquí.