El impacto de la tecnología en los programas de bienestar financiero

El Bienestar Financiero ha sido llamado la próxima gran tendencia en materia de beneficios que las compañías pueden ofrecer a sus colaboradores. Uno de los supuestos para encontrar cada vez más afirmaciones de este tipo –en medios especializados de gestión del talento humano– es que un colaborador menos estresado por el dinero es un trabajador, no solo más productivo, sino más comprometido con la compañía. Los resultados de estudios como la encuesta anual de Bienestar Financiero de Aon Hewitt o la encuesta de beneficios de la Sociedad de Administración de Recursos Humanos en Estados Unidos parecen confirmar dicha tendencia; de acuerdo con estas, por ejemplo, el 60% de los empleadores ha sentido que es un tema cuya importancia se ha incrementado en los últimos meses.
Sin embargo, a pesar de la relevancia que ha adquirido en las organizaciones en los últimos años, todavía hay incertidumbre alrededor de cuál es el medio más efectivo para lograr el mejor impacto sobre la salud financiera de los colaboradores, y cómo medir sus efectos en ellos y en la compañía. Si bien la formación presencial (talleres, seminarios, conferencias) sigue siendo uno de los canales preferidos para llevar a cabo este tipo de programas, y cada vez más se utilizan medios digitales para motivar y educar a los colaboradores en su bienestar financiero, la evidencia sobre la eficacia de ambos métodos sigue siendo limitada.
Nosotros creemos que la razón para que esto suceda tiene que ver tanto con fallas en el diseño de los indicadores de impacto de los programas de bienestar financiero, sobre lo que hemos hablado en otro artículo, como con un uso muy limitado de las herramientas que la tecnología y el análisis de datos pueden ofrecer a estas iniciativas.

Fallas comunes en los programas de bienestar financiero

Uno de los problemas sobre el impacto de este tipo de programas es que se asume que solo por el hecho de contar con un buen facilitador, y lograr altos índices de satisfacción entre los trabajadores que asisten a un taller de finanzas personales, estos han comprendido los conceptos que se trabajaron y han adquirido las habilidades necesarias para ponerlos en práctica. En la realidad, este es un proceso mucho más complejo; de hecho, el área en la que los facilitadores tenemos la mayor influencia, no necesariamente es el área en la que hay un mayor impacto: las personas tienden a olvidar lo aprendido, o no tienen las capacidades para usar eficientemente la información adquirida en su cotidianidad.
Otro inconveniente es que buena parte de los talleres que existen en el mercado sobre finanzas personales están orientados a la adquisición de conocimiento y no al cambio de comportamiento de los participantes. Cuando este es el caso, solo se impacta una parte muy pequeña de lo que implica realmente el Bienestar Financiero de una persona o una organización. En este sentido, un taller o un curso virtual pueden ser valiosas herramientas para compartir información; no obstante, impactar comportamientos requiere una comprensión más profunda de cómo influyen los contextos de decisión en los que nos movemos a diario, así como factores como personalidad, actitudes o nuestro entorno económico y social.

¿Cómo ayuda la tecnología?

En este contexto es donde la tecnología tiene un papel fundamental para elevar y medir el impacto real de un programa de Bienestar Financiero. Aplicaciones como la que hemos desarrollado en Tranqui, por ejemplo, permiten que miles de usuarios tengan, al mismo tiempo, un panorama completo y fácil de entender de su situación financiera personal con solo dedicar unos minutos de su tiempo a contestar algunas preguntas sobre sus comportamientos, actitudes y conocimientos en finanzas personales. Este análisis no solo le da información única y personalizada a cada usuario, sino que también le permite a una compañía, por ejemplo, priorizar y hacer un mejor uso de los recursos que tiene disponibles para actividades de formación.
Hacer uso de herramientas de análisis de datos nos permite también dejar de dar información genérica a los beneficiarios de un programa de Bienestar Financiero. A pesar de que a través de un taller se pueda llegar a cientos de personas, no todas tienen el mismo nivel de consciencia sobre su situación financiera personal, ni las mismas necesidades. La tecnología está llamada a ser un complemento de las acciones de formación al darle al usuario la información que para él es relevante según su momento de vida, así como mecanismos de recordación y motivación que lo lleven a actuar y mejorar tangiblemente sus finanzas personales.
Finalmente, el uso adecuado de tecnología hace posible el monitoreo y la estimación real del impacto de una estrategia de Bienestar Financiero. La gran mayoría de los talleres que se realizan en finanzas personales a nivel corporativo no pueden comprobar el efecto que estos tienen sobre la situación financiera de los participantes; distintos estudios han comprobado incluso, que las encuestas de satisfacción con las que tradicionalmente se evalúan los mismos no tienen correlación alguna con los resultados en el aprendizaje de los participantes. Al incorporar mecanismos de seguimiento de niveles de endeudamiento –a través de la integración con centrales de información crediticia, por ejemplo–, así como de cumplimiento de tareas y objetivos –mediante la incorporación de estrategias de gamificación que motivan al usuario a actualizar su información en la aplicación de manera frecuente–, es posible evidenciar la mejora en las finanzas personales de los usuarios y brindar nuevas recomendaciones y contenido de acuerdo al avance de la persona, garantizándole la privacidad y discreción que la mayoría espera sobre este aspecto de su vida.
La tendencia muestra que no solo tendremos una oferta mayor de programas de Bienestar Financiero en el ámbito corporativo, sino que la incorporación de la tecnología –más allá de la creación de un curso virtual– será el componente clave para elevar y cuantificar el impacto de los mismos sobre la situación financiera de los colaboradores y su efecto en la compañía. En ningún caso la tecnología reemplazará la formación presencial, todo lo contrario: le devolverá el verdadero valor que esta tiene.